sábado, 17 de septiembre de 2011

EL CAMINO YALI

Los Yali viven a la sombra del monte Elit (alrededor de 3870 m), en los valles de altura que rodean este pico. Construyen sus chozas con madera y las cubren con corteza de árbol. Uno de los poblados más importantes recibe el nombre de Anggruk.


Estas tierras altas están bastante aisladas y son difícilmente accesibles desde la ciudad más importante del valle del Baliem, Wamena, que sirve de centro económico y político de la región. Hay que recordar que, a Wamena, solo se puede llegar por aire, así que el territorio Yali es un lugar aislado de una ciudad inaccesible.
Los Yali comercian sus mercaderías en Wamena y, por lo tanto, deben desplazarse hasta allí para llevar las patatas y boniatos que cultivan en su campos de altura y traer de vuelta a casa algunos productos de la civilización, como el arroz (desconocido en Papúa), los fideos (noodles) muy de moda entre los Yali y el tabaco elaborado.


Para llegar a Wamena recorren un camino que han trazado desde sus poblados y que discurre en gran parte de su trayecto por el territorio de otra etnia: los Dani. Este es el camino que recorremos en nuestro viaje. Un occidental normal cargado con poco peso y ayudado por porteadores, tras acortar unos 35 Km el camino desde Wamena por una minúscula carretera, puede tardar en llegar al primer poblado Yali unos 7-8 días. Los Yali lo recorren en 4-5 días incluyendo estos kilómetros accesorios de carretera que recortan con sus propios medios. Viajan día y noche, en familia, el marido, una de las mujeres y todos los hijos (un hombre Yali tiene dos mujeres, la otra familia se queda en el poblado). Incluso los bebés cabalgan a lomos de sus madres. Los niños que pueden andar hacen el camino a pie. Los niños con 4 o 5 años que pueden cargar peso, lo hacen y no es extraño verles llevar sacos de arroz de 25 kilos. Para llevar las cargas usan unas redes que trenzan ellas mismas con hilo de algodón, con una lazada amplia que cuelgan de sus frente. Un adulto puede llegar a llevar de esta guisa hasta 50 kg. Hay que tener en cuenta que los Yali son menudos, miden como máximo 1,50 m y son extremadamente delgados. No creo que pesen más allá de 40 kilos.


Nuestro grupo asciende por este camino desde el punto más bajo a 1450 m, en el cruce del río Balliem hasta el collado que nos adentra en las tierras de los Yali, a 3140 m. Nuestro propósito es dejarnos llevar por la magia del camino y sus gentes y entrever un modo de vida que, sin ser nómada implica una movilidad continua a través de un camino tan singular como inescrutable.
Nos acompañan un grupo de porteadores, cocineros, y guía, de etnia Lani. En el valle del Balliem estos tres grupos suponen los grupos mayoritarios: Lani al noroeste, Dani en el centro y sureste y Yali en la misma dirección, más allá, en las alturas.
Los Lani son de constitución fuerte, aunque no muy altos. Caminan descalzos por el monte con suma facilidad, haciendo servir sus pies, muy anchos y cortos, conservando su capacidad prensil. Mantienen sin atrofiar la musculatura del pie, que tiende a ser plano, y uno de los músculos que en occidente tenemos atrofiado, el abductor del dedo grueso, es en ellos muy potente y les ayuda a estabilizar el pie durante la flexión. 


Son amables, cuidadosos y respetuosos y se desviven por ayudarte en los tramos difíciles, que son muy numerosos. 

Tienen un equilibrio extraordinario y son capaces de caminar a gran velocidad por superficies muy deslizantes en las que nosotros no podemos apoyar nuestro calzado sin resbalar de inmediato. Conservan un espíritu primigenio muy intenso, y es fácil observar como la naturaleza y los valles les transforma y les hace viajar a sus formas más originarias. Les agrada pintarse el rostro y todavía disfrutan al observar un arco bien hecho. Suelen mimetizarse con el entorno colocándose hojas y flores en la barba o en el pelo. 


Si no llevasen ropa occidental, difícilmente se les distinguiría incrustados en la naturaleza.


Los Dani, cuyo territorio recorremos, son muy acogedores. Al llegar a sus pueblos no saludan sonriendo, estrechan nuestras manos calurosamente y nos ofrecen generosamente sus alojamientos. Llaman especialmente la atención los niños que miran curiosamente durante horas nuestras actividades, se asoman por las ventanas de las chozas simplemente para ver cómo comemos o como charlamos, o como nos ponemos las botas. Todo les produce una gran curiosidad. Nos contemplan entre risas y cuchicheos cómplices y son muy proclives al juego. A veces incluso nos cantan canciones de bienvenida, música que resulta un regalo para nuestros oídos y nuestro corazón, porque esta embajada de niños anuncia un gran recibimiento.



Los Yali son menudos, como ya he dicho, y, al estar más aislados todavía mantiene rasgos más primigenios. Su primer contacto es siempre una sonrisa. Gozan de la admiración de Dani y Lani por su bondad y fortaleza y por su modo de vida, aún originario y ciertamente sacrificado. Con sus bolsas de red caminan durante 5 días hasta Wamena. Se mueven a una velocidad constante e increíble. Caminan como sombras, día y noche, apenas descansan, y si lo hacen es al descubierto, junto a troncos de árboles secos. Muchos de ellos, sin llegar a detenerse, ralentizan su marcha al cruce , son ríen te dan la mano. Si le dices para saludarles, “Yali, Yali”, sonríen abiertamente, con orgullo, y te contestan “Yali”, mientras señalan hacia arriba a sus montañas originarias. Estrechar sus manos genera una emoción irrepetible.



El inicio del camino es aparentemente apacible, con una vía ancha y de suaves repechos. Vamos en busca del río Mugui, afluente del Baliem. Por sus veredas discurre el camino Yali que recorreremos. se encuentran los primeros obstáculos que hay que sortear: las paredes que cierran por doquier el camino para que los cerdos no puedan escaparse de sus propietarios.


Los cerdos son signo de riqueza y distinción en Papúa. Una boda se arregla con una dote de cerdos. Prácticamente es la única fuente de proteínas en la montaña, además de la caza. El camino sigue fácil hasta que hace su aparición la lluvia, siempre presente en Papúa. Entonces comienza a tornarse resbaladizo. Conforme el valle del Mugui se cierra, hay que desviarse por las laderas para buscar collados que permitan la progresión, con algunas subidas de desnivel rápido.


El camino se hace cada vez más difícil y, ya en altura, y en las zonas de umbría, la humedad y el barro son permanentes. Las gentes del lugar han sembrado de troncos algunas partes del itinerario, que parece en algunos puntos una alfombra de árboles. 



Finalmente, cuando el terreno lo exige, el camino discurre por lugares inverosímiles subiendo por el mismo lecho de una torrentera hasta alcanzar el collado Siap, ya en la frontera Yali. Allí se observa un paisaje casi prehistórico, con helechos arbóreos surgiendo entre el barro, flores exóticas y plantas medicinales que crecen sobre un suelo de turba que otorga al paisaje un aspecto primordial y originario.


Este es el camino que hemos recorrido durante 8 días, un camino con corazón, un viaje al origen, una visita a nuestro pasado, cubierto por la apariencia y olvidado entre los algodones del progreso.

4 comentarios:

mediterraneo dijo...

Menuda experiencia....regreso al Paraiso !! Ya veo que lo estais disfrutando. Muchos abrazos desde Alicante
Libertario y Sra.

prdlg dijo...

. Parece el jurásico. Es Realmente mágico

Xema dijo...

Sí, sí, a veces da la sensación de que va aparecer un dinosaurio

Xema dijo...

Libertario y señora, os queremos! gracias por acompañarnos en nuestro viaje. Nos vemos en el re-cumpleños de Julián!