martes, 9 de noviembre de 2010
sábado, 6 de noviembre de 2010
Sonrisas en Chinotimba
En este viaje ademas de tener el privilegio de contar con excelentes compañeros de viaje amantes del mundo y de la vida también hemos podido conocer como los habitantes de Chinotimba situado al lado de las cataratas Victoria. A través de su auto organización están peleando por mejorar su situación de salud y de formación de sus hijos y de sus ancianos.
Nyanga, al que podemos ver con su hija en la fotografía, nativo que trabaja para una empresa de turismo, nos acompaño a recorrer su pueblo y a mostrarnos algunas de sus consecuciones sociales. Nos mostró una casa que destinaban a acoger a los ancianos que se quedaban solos, el ambulatorio y los cultivos de su interior que se usaban para ayudar a mantenerse a pacientes con infección por el VIH , un centro de ocio y la escuela de primaria.
En el centro de salud un enfermero que estaba a su cuidado, nos mostró la sala de observación, los paritorios, la farmacia con los fármacos genéricos que posiblemente no llegaban ni a los básicos que indica la OMS pero impecablemente clasificados y almacenados, la sala de lactancia donde las mujeres con recién nacidos acuden para recibir educación sobre la salud del lactante y a poder poner las vacunas a sus bebes.
La escuela de primaria que tiene dos turnos de mañana y tarde y que las familias financiaban su coste. Los niños y niñas acuden con sus uniformes impecable mente limpios y ordenados mostrándonos su curiosidad cuidado, respeto y en alguna ocasión sus miedos hacia el blanco.
Postscriptum: he de decir que el precio de las frutas y de las verdura era desorbitado para sus ingresos (seis tomates, 1 dólar USA).
Nyanga, al que podemos ver con su hija en la fotografía, nativo que trabaja para una empresa de turismo, nos acompaño a recorrer su pueblo y a mostrarnos algunas de sus consecuciones sociales. Nos mostró una casa que destinaban a acoger a los ancianos que se quedaban solos, el ambulatorio y los cultivos de su interior que se usaban para ayudar a mantenerse a pacientes con infección por el VIH , un centro de ocio y la escuela de primaria.
En el centro de salud un enfermero que estaba a su cuidado, nos mostró la sala de observación, los paritorios, la farmacia con los fármacos genéricos que posiblemente no llegaban ni a los básicos que indica la OMS pero impecablemente clasificados y almacenados, la sala de lactancia donde las mujeres con recién nacidos acuden para recibir educación sobre la salud del lactante y a poder poner las vacunas a sus bebes.
La escuela de primaria que tiene dos turnos de mañana y tarde y que las familias financiaban su coste. Los niños y niñas acuden con sus uniformes impecable mente limpios y ordenados mostrándonos su curiosidad cuidado, respeto y en alguna ocasión sus miedos hacia el blanco.
La directora del centro nos acompañó a visitar varias clases, incluyendo la clase de educación especial. En cada aula habían unos 50 niños y niñas, excepto el aula de educación especial. Los niños nos miraban con ojos vivos, curiosos, limpios y transparentes y, tras nuestra entrada en el aula, mostraron su respeto levantándose de sus asientos. Nos obsequiaron con cantos, con preguntas y observaciones que no supimos muy bien corresponder.
Acabamos el recorrido en el centro de ocio, tomando cerveza de maíz, mijo, o no sabemos bien qué grano. Vimos jugar una especie de damas, con un tablero hecho manualmente sobre el que se desplazan chapas de bebidas, un equipo con las chapas hacia arriba y el otro con las chapas hacia bajo, que se desplazaban en el tablero hacia delante y hacia atrás.
Seguimos por el mercado local de verduras donde nos obsequiaron probando el fruto de Baobab
y las naranjas africanas.
Postscriptum: he de decir que el precio de las frutas y de las verdura era desorbitado para sus ingresos (seis tomates, 1 dólar USA).
El encuentro con los grandes animales salvajes.
El tiempo sigue su curso invariable y nos adentramos de lleno en los safaris de observación de animales en los parques naturales del norte de Botswana. Hemos empezado por Moremi, en un aflluente del Okavango y seguimos en el paraje de Savuti y en el río Chobe. Pasaremos las noches en acampada libre en el interior de los parques.
Iniciamos la búsqueda de animales y observamos los primeros antílope en sus múltiples formas, los jabalís africanos o facóferos, los antílopes en miniatura o Cobo Leedges, que son lo más parecido a un pequeños Bamby. Todo surgía de las acacias en un tempo lento y constante, un impala a las 12 (se localizaba su posición según las agujas de un reloj), un facófero a las 2, otro impala a la 3 y así un avistamiento tras otro hasta que el ojeador susurra: “huellas de felino”. Pensamos “no es posible que tengamos tanta suerte” y nos desviamos del camino adentrándonos entre acacias y arbustos.
Llegamos a un árbol grande en el que sorprende el fuerte olor a gato, continuamos buscando y tras situarnos debajo de otro gran árbol, se nos pide lentitud en los movimientos y silencio, con un dedo nos indican que dirijamos la mirada por encima de nuestras cabezas y a escasos cuatro metros ahí esta, desmadejado encima de la rama de un árbol tranquilamente durmiendo, despanzurrado, un macho de leopardo. Nos embarga la emoción y el temor, ni en sueños podríamos imaginar ver un leopardo en su hábitat y a a esta distancia. Seguimos recorriendo las ramas de al lado e identificamos el motivo del sueño del animal: una presa muerta de antílope impala se encuentra en la otra rama del árbol protegida de otros carroñeros y depredadores.
Las emociones se multiplican, la adrenalina se incrementa y más aún cuando de frente aparece una hiena que se coloca debajo del leopardo buscando si cae algo de la presa desde el árbol, como un maná. Camina lentamente hasta que se cruza la mirada con el leopardo iniciando rápidamente la huida del lugar.
Tras contemplarlo durante un largo periodo de tiempo abandonamos el lugar embriagados por la belleza del animal que acabamos de ver, felicitándonos por la suerte y deseando que continúe y nos permita ver también al rey de la selva.
En nuestra primera noche acampados en la reserva conseguimos el récord de madrugones levantándonos a las 4,30 (a.m, que no ha sido de la siesta). En un plis plas, tras desayunar y levantar las tiendas, comentamos todos los sonidos de animales que durante la noche se han escuchado, incluyendo peleas entre leones y hienas, casi nada, sentadas ambas especies a la mesa de un cadáver de hipopótamo, como luego veremos.
Inasequibles al desaliento nos disponemos estratégicamente sobre las camionetas 4x4 y conseguimos desmontar el campamento antes de lo previsto, a las 5,45. Ya se sabe que madrugar trae muchas compensaciones tantas, que encontramos rápidamente el rey de la selva en un punto muy cercano al que habíamos dormido. Poco antes divisamos a unos viajeros que deben haberse encontrado antes con estos animales, ya que están durmiendo encima del techo de su Land Rover, abandonando su magnífica tienda al pie del vehículo. El sonido de nuestros coches les despierta y nos observan con rostros que demuestran haber pasado una noche mucho peor que la nuestra,
En un determinado momento uno de los dos machos clava sus ojos sobre nosotros provocando una descarga generalizada de adrenalima, que alcanza su cénit al pasar lentamente entre los dos vehículos, de modo desafiante.
Los clics de los obturadores de las cámaras son el único sonido que profiere nuestro grupo, encandilado ante una visión tan cercana de esta familia real.
Los clics de los obturadores de las cámaras son el único sonido que profiere nuestro grupo, encandilado ante una visión tan cercana de esta familia real.
Esa noche no hubo incidentes. Continuamos hacia el río Chobe donde se encuentra la mayor reserva de elefantes de Africa, y damos fe que debe de ser así por que aparecían por cualquier parte a la que mirábamos. Aparecían manadas de hembras con sus cachorros, manadas de machos a sus asuntos y ocasionalmente machos solitarios. No sabíamos bien por que razón elegían esa soledad.Siempre los buscábamos y ellos prefieren mantener una distancia prudencial e irse hacia otro lugar.
Después de cientos de avistamientos, vemos a un macho solo rascándose cada una de las partes de su cuerpo en un árbol, la imagen era divertida y jovial, se rascaba las piernas, las orejas, las partes pudendas sucesivamente. Sin embargo algo cambia y lentamente avanza hacia nuestra posición y, contrariamente a lo observado, el joven macho se encara frente al 4x4 abre sus orejas y inicia una carrera de embestida hacia el vehículo a la vez que ruge de forma ostentosa. En el coche la respiración se para y los pulso se aceleran, las miradas fijas en el elefante y en nuestro guía a quien se le pedía que rápidamente pusiera el coche en marcha para huir. Pensamos, “si nos embiste esto se rompe como una hoja de papel y nos aplastuja como a hormigas”.
El elefante a escasos dos metros se para, abre sus orejas, barrita de modo ostensible, exhibe su trompa dando orden de que nos alejemos y finalmente decide darse la vuelta, una vez mostrado todo su juvenil poderío. Respiramos más acompasadamente y se recobra la calma. El guía sonríe ante nuestro sobresalto y nos explica que ese trata solamente de una demostración de fuerza de un joven elefante y que, si realmente fuera a embestirnos, lo hubiera hecho con las orejas plegadas. Unicamente atacan cuenado perciben que sus cachorros son amenazados, y lo hacen para defenderlos. Todo regresa a la normalidad y nos tranquiliza saber que Enty “nuestro guía oteador” conoce bien los animales y prevé sus movimientos con acierto.
Iniciamos la búsqueda de animales y observamos los primeros antílope en sus múltiples formas, los jabalís africanos o facóferos, los antílopes en miniatura o Cobo Leedges, que son lo más parecido a un pequeños Bamby. Todo surgía de las acacias en un tempo lento y constante, un impala a las 12 (se localizaba su posición según las agujas de un reloj), un facófero a las 2, otro impala a la 3 y así un avistamiento tras otro hasta que el ojeador susurra: “huellas de felino”. Pensamos “no es posible que tengamos tanta suerte” y nos desviamos del camino adentrándonos entre acacias y arbustos.
Llegamos a un árbol grande en el que sorprende el fuerte olor a gato, continuamos buscando y tras situarnos debajo de otro gran árbol, se nos pide lentitud en los movimientos y silencio, con un dedo nos indican que dirijamos la mirada por encima de nuestras cabezas y a escasos cuatro metros ahí esta, desmadejado encima de la rama de un árbol tranquilamente durmiendo, despanzurrado, un macho de leopardo. Nos embarga la emoción y el temor, ni en sueños podríamos imaginar ver un leopardo en su hábitat y a a esta distancia. Seguimos recorriendo las ramas de al lado e identificamos el motivo del sueño del animal: una presa muerta de antílope impala se encuentra en la otra rama del árbol protegida de otros carroñeros y depredadores.
Las emociones se multiplican, la adrenalina se incrementa y más aún cuando de frente aparece una hiena que se coloca debajo del leopardo buscando si cae algo de la presa desde el árbol, como un maná. Camina lentamente hasta que se cruza la mirada con el leopardo iniciando rápidamente la huida del lugar.
Tras contemplarlo durante un largo periodo de tiempo abandonamos el lugar embriagados por la belleza del animal que acabamos de ver, felicitándonos por la suerte y deseando que continúe y nos permita ver también al rey de la selva.
En nuestra primera noche acampados en la reserva conseguimos el récord de madrugones levantándonos a las 4,30 (a.m, que no ha sido de la siesta). En un plis plas, tras desayunar y levantar las tiendas, comentamos todos los sonidos de animales que durante la noche se han escuchado, incluyendo peleas entre leones y hienas, casi nada, sentadas ambas especies a la mesa de un cadáver de hipopótamo, como luego veremos.
Inasequibles al desaliento nos disponemos estratégicamente sobre las camionetas 4x4 y conseguimos desmontar el campamento antes de lo previsto, a las 5,45. Ya se sabe que madrugar trae muchas compensaciones tantas, que encontramos rápidamente el rey de la selva en un punto muy cercano al que habíamos dormido. Poco antes divisamos a unos viajeros que deben haberse encontrado antes con estos animales, ya que están durmiendo encima del techo de su Land Rover, abandonando su magnífica tienda al pie del vehículo. El sonido de nuestros coches les despierta y nos observan con rostros que demuestran haber pasado una noche mucho peor que la nuestra,
Pronto encontramos tres leones, una hembra y dos machos. Uno de ellos exhibe sus fauces llenas de sangre. Los tres muestran panzas redondas, repletas por un reciente festín. Primero se mueve la hembra. Los machos, a continuación la siguen, más que como leones, como corderillos, ejemplo claro de como el mito del macho dominante únicamente muestra al macho más capacitado para seguir a una hembra. Son hermosos y lánguidos, caminan con una parsimonia que muestra entre indolencia e ignorancia hacia nosotros.
En un determinado momento uno de los dos machos clava sus ojos sobre nosotros provocando una descarga generalizada de adrenalima, que alcanza su cénit al pasar lentamente entre los dos vehículos, de modo desafiante.
Los clics de los obturadores de las cámaras son el único sonido que profiere nuestro grupo, encandilado ante una visión tan cercana de esta familia real.
Los clics de los obturadores de las cámaras son el único sonido que profiere nuestro grupo, encandilado ante una visión tan cercana de esta familia real.
El temprano éxito leonino nos lleva a adelantar los planes y a salir inmediatamente del parque Moremi, cruzando un singular puente tendido sobre el río Khuai. A la entrada se observan los restos de un gran hipopótamo que se ha convertido en comida para muchos habitantes del parque.
Al parecer este hipo ha sido el perdedor de una brutal lucha territorial entre dos machos que le ha costado la vida. Su cuerpo sin vida ha provocado la avenida de decenas de animales que han encontrado aquí su comida y que han pelado durante toda la noche para conseguir su pedazo de carne. Estas peleas son las que hemos escuchado durante toda la noche y esa sangre es la que adornaba las fauces del león que acabamos de contemplar.
Esa noche no hubo incidentes. Continuamos hacia el río Chobe donde se encuentra la mayor reserva de elefantes de Africa, y damos fe que debe de ser así por que aparecían por cualquier parte a la que mirábamos. Aparecían manadas de hembras con sus cachorros, manadas de machos a sus asuntos y ocasionalmente machos solitarios. No sabíamos bien por que razón elegían esa soledad.Siempre los buscábamos y ellos prefieren mantener una distancia prudencial e irse hacia otro lugar.
Después de cientos de avistamientos, vemos a un macho solo rascándose cada una de las partes de su cuerpo en un árbol, la imagen era divertida y jovial, se rascaba las piernas, las orejas, las partes pudendas sucesivamente. Sin embargo algo cambia y lentamente avanza hacia nuestra posición y, contrariamente a lo observado, el joven macho se encara frente al 4x4 abre sus orejas y inicia una carrera de embestida hacia el vehículo a la vez que ruge de forma ostentosa. En el coche la respiración se para y los pulso se aceleran, las miradas fijas en el elefante y en nuestro guía a quien se le pedía que rápidamente pusiera el coche en marcha para huir. Pensamos, “si nos embiste esto se rompe como una hoja de papel y nos aplastuja como a hormigas”.
El elefante a escasos dos metros se para, abre sus orejas, barrita de modo ostensible, exhibe su trompa dando orden de que nos alejemos y finalmente decide darse la vuelta, una vez mostrado todo su juvenil poderío. Respiramos más acompasadamente y se recobra la calma. El guía sonríe ante nuestro sobresalto y nos explica que ese trata solamente de una demostración de fuerza de un joven elefante y que, si realmente fuera a embestirnos, lo hubiera hecho con las orejas plegadas. Unicamente atacan cuenado perciben que sus cachorros son amenazados, y lo hacen para defenderlos. Todo regresa a la normalidad y nos tranquiliza saber que Enty “nuestro guía oteador” conoce bien los animales y prevé sus movimientos con acierto.
lunes, 1 de noviembre de 2010
Cataratas Victoria
Tras casi 34 horas de viaje y 4 aviones, en algunos peor que en una lata de sardinas y despues de atravesar media Europa y toda África de norte a Sur, llegamos a Cataratas Victoria. Están haciendo frontera entre Zimbabwe y Zambia. Son una gran falla construida al parecer por antiguos sedimentos de origen volcánico que el río ha ido erosionando formando una falla de 1,7 km.
Estamos al final de la temporada seca por lo que su caudal esta mermando a la espera de las próximas lluvias. Desde Zimbawe se ve llegar todo caudal de frente y se observan los grandes saltos así como los magníficos arco iris que forman las gotas de agua con el sol. Se anda unos dos Km entrando en distintos miradores. En el primero se permite observar el salto de de la parte izquierda del Río Zambeze (el 4º río mas largo de África después del Nilo de mas de 6000 km, del Congo, el Níger y con mas de 2000 el Zambeze.
Andando por estos caminos perfectamente marcados y civilizados, primero nos encontramos con un mono saltarin tranquilamente danzando sobre lianas, a continuación un jabalí facófero con dos importantes cuernos curvos y, tras el susto por si nos embistiera, al llegar al segundo mirador encontramos al fondo una manada de 5 elefantes bañándose en el río, aguas arriba de la catarata.
En el lugar donde el río da el salto es Zambia.
En medio del río se encuentra la llamada piscina del diablo, situada al lado de una isla y colgando directamente sobre el precipicio. El agua está contenida por una barrera invisible debajo del agua que te llega hasta el ombligo, que te retiene y evita la caída el precipicio, Como podéis imaginar solo la miramos estupefactos desde enfrente viendo como un grupo de otros guiris se metían dentro de ella.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)